Van a cumplirse tres cuartos de siglo desde el surgimiento del Día Mundial de la Salud, proclamado el 7 de abril de 1948, en conmemoración a la fundación de la Organización Mundial de la Salud (OMS). El propósito inicial no fue otro que tratar de generar conciencia sobre las enfermedades mortales mundiales, así como fomentar hábitos saludables en las personas.
Sin embargo, hay algo que no tenían suficientemente en cuenta por aquel entonces, y es que la salud no iba a ser solo responsabilidad de los individuos. De hecho, se ha convertido en un problema con el que demasiado tienen que ver las empresas y los líderes mundiales, quienes toman decisiones políticas, sociales y comerciales que están favoreciendo la crisis climática y sanitaria.
Casi nadie se libra de respirar un aire nocivo para su salud – solo un 10% de la población mundial respira un aire considerado limpio, según la OMS -, debido principalmente a la quema de combustibles fósiles. De forma inevitable, esto se traduce en diversas enfermedades, entre las que destacan las relacionadas con los pulmones y las cardiopatías. También en palabras de la Organización, “Cada año se producen más de 13 millones de defunciones debidas a causas ambientales evitables, sin ir más lejos, a la crisis climática, que es la mayor amenaza para la salud a la que se enfrenta la humanidad”.
La principal organización que trabaja el tema de la salud, la OMS, hace un llamamiento urgente para acelerar la adopción de medidas que preserven y protejan la salud, dando respuesta a la crisis climática. Lamentablemente, hace tiempo que hemos llegado a un punto en el que no podemos separar el concepto de globalidad con el de salud.
Gran parte de las economías mundiales dependen del entorno natural, principal fuente de agua, aire y alimentos para todos y todas. Si trabajamos por su cuidado, la salud humana se verá, sin duda, muy beneficiada. Pero el éxito en este empeño pasa por reducir algunas prácticas que tanto empresas como individuos llevan a cabo: las explotaciones agrícolas en los que intervienen productos químicos, la deforestación o el comercio de alimentos no seguros, son algunos de estos impedimentos para asegurar una buena salud global.
Debemos tener siempre presente que el acceso a la salud es un derecho universal, por eso en la Fundación PROCLADE promovemos la cooperación al desarrollo enmarcada en este ámbito. Un buen ejemplo de ello es el proyecto que actualmente estamos implementando en Kindi, un pueblo rural de la República Democrática del Congo, donde se está trabajando para mejorar la infraestructura de un hospital, con la construcción y equipamiento de un área de maternidad y una farmacia.
Nacho Romero
Técnico Base Social y Campañas Fundación PROCLADE