Desde principios del siglo XXI los organismos internacionales empiezan a reconocer, mediante acuerdos y convenios a nivel global y regional, la realidad del gran impacto de los flujos migratorios cada vez mayores y la necesidad de regularlos. Es por esto que en el año 2000 la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el Día Internacional del Migrante cada 18 de Diciembre.
A lo largo de la historia siempre han existido los movimientos migratorios y ha sido necesario para el ser humano migrar y buscar nuevas realidades sociales, económicas y humanas, para desarrollarse y evolucionar. El cambio de paradigma que sucede desde finales del siglo XX, viene dado por el proceso de globalización, el cual lleva irremediablemente a un aumento de estos flujos migratorios, por la interconexión del sistema económico actual y lo que esto conlleva.
No podríamos entender la sociedad española sin el aporte económico que supone los puestos de trabajo desempeñados por las personas migrantes, especialmente en sectores esenciales para el desarrollo y mantenimiento de la sociedad. Tal y como plantea una campaña de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), tendríamos que preguntarnos: ¿Cómo sería un día sin migrantes? Y contrariamente a lo que muchas veces se piensa la población que migra tiene un efecto de desarrollo e innovación en dos direcciones, el país de origen y el de acogida. Es por eso fundamental que el país de destino sea precisamente ese, un lugar de acogida que integre activamente a las personas que inmigran o retornan de la emigración.
En el caso de la migración forzada por causas climáticas, conflictos armados, falta de posibilidades de desarrollo económico y laboral, es responsabilidad de todos los países dirigir sus esfuerzos hacia dos direcciones complementarias.
Por un lado, que esta migración se pueda realizar siempre en condiciones dignas y seguras; existiendo vías y caminos para estos flujos, para evitar que se produzcan igualmente y en condiciones irregulares, inseguras, beneficiando el crímen organizado y generando un impacto negativo en la llegada a la sociedad de destino.
Y por otro lado, poniendo el foco en las causas de la emigración forzada en origen, luchando por reducir las desigualdades entre países y regiones dentro de un mismo país, para que las personas que migran puedan hacerlo de forma voluntaria y no por la incapacidad de desarrollo por razones de falta de recursos naturales, impacto del cambio climático, conflictos armados y violación de los derechos humanos, entre otras razones.
Desde Fundación PROCLADE deseamos un mundo y una sociedad más inclusiva, más intercultural y que trabaje activamente por una inclusión real de todas las personas que la conforman. Desde los proyectos de cooperación y ayuda humanitaria, los proyectos de sensibilización, y los proyectos de acción social más recientes, se trabaja mano a mano en 18 delegaciones territoriales y se lucha de forma conjunta por los derechos de las personas que migran. Con sus historias de vida nos demuestran día a día ejemplos de generosidad, fortaleza y superación.
Blanca Jericó
Responsable de Acción Social en Madrid
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