TRAS EL DÍA CONTRA LA POBREZA, ¿NOS OCUPAMOS TAMBIÉN DE LA RIQUEZA?

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Noticia Publicada en Canal Solidario



José Iglesias Fernández es catedrático en Economía y Ciencias Sociales, miembro del Seminario de Economía Crítica Taifa, de la Mesa Cívica por la Renta Básica, especialista en economía crítica del bienestar social en sus múltiples facetas (pobreza, marginación, desigualdad y protección social) y durante los últimos años ha prestado especial atención al estudio y divulgación de la renta básica. Con él analizamos la relación causa-efecto entre riqueza y pobreza.

¿Cuál es la causa de la riqueza?, ¿cuáles son las causas y los mecanismos que la originan?
En el Estado español, la intensidad de la pobreza depende del criterio con el cual se mide. […] Si tomamos como referencia la crisis actual, comprobamos como el gran capital se ha visto obligado a devaluar parte de su producción (caída del precio de la viviendas), infrautilizar parte de su capacidad productiva (sector de la construcción, automóvil y turismo), a la vez que repercute sobre el pequeño capital y, unas empresas y otras destruyen los puestos de trabajo creados en momentos de crecimiento. Por lo tanto, los pobres son un producto del capital y no algo independiente del cual es difícil saber sus causas. En una sociedad capitalista los puestos de trabajo los crea el capital; y si hay pobres, será porque el capital es incapaz de crear los puestos de trabajo y de remunerarlos por encima del umbral de pobreza. La pobreza que padecen millones de personas en el mundo es una de las razones para estar en contra de este sistema.
La riqueza viene concentrándose en muy pocas manos, en muy pocas familias. En el Informe de economía nº 4 de Taifa, Hay pobres porque hay muy, muy ricos, una de las conclusiones sobre la concentración de riqueza* en el Estado español es que el 10% de los declarantes concentra el 50% del patrimonio declarado*.

¿Es posible reducir la pobreza sin alterar los niveles de riqueza monetaria?
Si, como explicamos anteriormente, la pobreza es estructural, consustancial al sistema, es decir, que se origina debido a la necesidad de acumulación privada de la riqueza, la pobreza no es posible reducirla (más que en unas décimas), y mucho menos desterrarla sin eliminar el capitalismo.


¿Qué posibilidades y dificultades comportaría una redistribución de la riqueza en una sociedad como la nuestra?
En la actualidad, las dificultades que comportaría redistribuir la riqueza en el capitalismo son inmensas e innumerables. A la vista está que la redistribución que realizan los gobiernos es hacia la banca y las patronales, mientras recortan el gasto social. Sin capacidad para modificar las relaciones de fuerza capital-trabajo, ya señalé como el transvase de riqueza hacia los colectivos más empobrecidos, mediante el mecanismo fiscal o la reasignación del gasto público, repito es nulo.

Algunos mensajes se centran estos días en el recorte del gasto, en la austeridad, pero ¿por qué no se repiten estos mensajes en los sectores que acumulan la riqueza?
Vicenç Navarro, siempre tan lúcido en este tema, lo explica: “los expertos se olvidan de que existe una polarización muy fuerte de los ingresos a favor de las rentas más altas […] Si tales sectores pagaran en términos progresivos, eliminando el tope de exclusión en su gravamen, los ingresos a la Seguridad Social aumentarían considerablemente. Ahora bien, los que tienen más poder político son los primeros, en lugar de los segundos, lo cual explica que estas alternativas ni siquiera se consideren y/o aparezcan en los medios”.

Algunos discursos políticos apuntan a los derechos laborales de las personas trabajadoras, a la mala regulación de la inmigración o al descenso del consumo como causas de las crisis. ¿Son éstas las causas reales?
De ninguna manera. Para los lectores más preocupados, yo les recomendaría un par de lecturas: Informe nº 6 de Taifa. Apuntes teóricos para entender la crisis. Junio 2009 y el Informe nº 7. La crisis en el estado español. El rescate de los poderosos. Mayo 2010. De todas maneras, cabe señalar que la caída en el consumo se debe al descenso del poder adquisitivo de la población en los últimos 25 años, y de aquí el fuerte endeudamiento de las familias; la inmigración, tanto la regulada como la oculta, aporta casi un 1% al PIB, aparte de de su contribución a la financiación de las pensiones y la mejora de los índices demográficos.