Durante los meses de septiembre y octubre, la campaña “Si Cuidas el Planeta, Combates la Pobreza” propone el séptimo principio del Decálogo verde sobre el que trabajar y reflexionar “No supedites tu acción a los intereses económicos”. Para ello, las entidades promotoras de la campaña (Cáritas, CONFER, Justicia y Paz, Manos Unidas y REDES) ofrecen los siguientes materiales:
– Materiales y oraciones para niños y jóvenes.
– Reflexiones y oraciones para adultos.
De nuevo, la encíclica Laudato Si’ del papa Francisco sirve de inspiración puesto que señala que:
“la política no debe someterse a la economía y ésta no debe someterse a los dictámenes y al paradigma eficientista de la tecnocracia. Hoy, pensando en el bien común, necesitamos imperiosamente que la política y la economía, en diálogo, se coloquen decididamente al servicio de la vida, especialmente de la vida humana» (LS 189)
En este séptimo principio, la campaña anima a todos a “constituirnos en voces que claman a los que detentan el poder de decisión en la política y en la economía, con el que orientan, fijan y condicionan en gran medida nuestro vivir”. Se exhorta a las entidades que ejercen el poder en los distintos niveles de la política, economía, la ciencia y la técnica ‘a que regresen siempre, en su toma de decisiones, a su nivel y condición de personas y ciudadanos normales, que se despojen de la impersonalidad que supone mirar desde arriba para no perder de vista la perspectiva de lo común’.
De manera concreta, se invitan a los poderes públicos a evitar una visión y práctica distorsionada de la economía, en la que prime la maximización de beneficios a corto plazo y la economía financiera sobre la economía real. Y los insta a corregir una situación donde el interés económico prevalezca sobre el bien común y las finanzas ahoguen a la economía real.
Entre los habituales materiales de reflexión preparados para desarrollar el contenido de cada punto del Decálogo Verde, en esta ocasión se aporta el testimonio de Armindo Goes, miembro del pueblo Yanomami de Brasil.
«Cuando nosotros dividimos la tierra –afirma—, no existe pobre, rico, clase alta, clase baja, ni ninguna clase, no existe clasificación en nuestro contexto cultural. En la Amazonía, la riqueza no es solamente en recursos vegetales, recursos naturales; existen conocimientos, cultura, lenguas diversas, y que nosotros construimos conocimiento».
Armindo denuncia el impacto que sobre esa visión de la riqueza tienen «las actividades de extractivismo, que tiene que ver con la explotación ilegal en las tierras indígenas, el petróleo, el agronegocio que avanzan cada vez más». «Yo creo –añade— que esas no son actividades que van a traer la vida digna para los pueblos indígenas de este país».
Junto a este relato, otro de los elementos de reflexión que propone la Campaña es la experiencia de Economía de Comunión (EdC), que fue impulsada por Chiara Lubich, la fundadora del Movimiento de los Focolares, en mayo de 1991, cuando acababa de caer el muro de Berlín y estaban comenzando los grandes cambios que nos han conducido a este capitalismo del siglo XXI, que plantea retos hasta ahora desconocidos.
A la vista del enorme contraste entre el centro de la ciudad de Sao Paulo (Brasil) y las favelas que lo rodeaban como una corona de espinas, escuchó el grito de las víctimas de un sistema económico capaz de generar mucha riqueza, pero absolutamente incapaz de compartir con los más necesitados. Sintió la urgencia de dar una respuesta a esa situación y lo hizo lanzando un desafío radical al corazón del sistema económico: la empresa.
Su propuesta consistía en crear empresas que compitieran libremente en el mercado y obtuvieran beneficios, pero que los destinaran a luchar contra la miseria y la exclusión, así como a desarrollar y difundir una nueva cultura económica abierta al don gratuito, a la reciprocidad, a la comunión. Aunque son empresas “normales” y al mismo tiempo “diferentes”, cuestionan radicalmente la forma de obtención de los beneficios empresariales e incluso la propia naturaleza de los mismos, ya que su objetivo primario no es la maximización del beneficio sino la creación de riqueza para compartir, para aliviar diferentes pobrezas. Empresas que son “agentes de comunión”, según la definición dada por el papa Francisco en febrero.
La experiencia de las más de mil empresas y miles de personas que han dado vida al proyecto durante estos 26 años en diferentes campos muestra que a la economía le sienta muy bien ir de la mano de la comunión, para no perder su humanidad ni su vocación originaria y profunda como oikonomia, orientada al buen gobierno de la casa común. El proyecto es todavía pequeño –mil empresas no son nada en comparación con la inmensidad del mundo empresarial— pero suficiente para mostrar que es algo más que una utopía.