‘MALPASO’: LA FRONTERA QUE DIVIDE Y HERMANA

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La frontera de “Malpaso” entre Haití y Republica Dominicana no se sabe si sirve para separar o juntar a los dos países hermanos porque no resulta difícil pasar de un lado a otro. De hecho hay más de un millón de haitianos viviendo en República Dominicana.

Antes de salir de Haití nos detenemos en Fond Parisien, a un tiro de piedra de la frontera, donde hacen escala muchos haitianos antes de dar el salto a la República Dominicana. También pasan por aquí muchos de los haitianos “sin papeles” deportados por las autoridades de la República Dominicana (algún día han sido más de 200). Visitamos la escuela que las Hermanas Carmelitas de la Caridad Vedrunas abrieron en Fond Parisien después del terremoto. En la escuela tiene 155 alumnos a los que además de estudios les dan desayuno y comida porque en sus casas escasea el arroz y no hay otra cosa. Un plato de arroz al día es la comida habitual. La congregación corre con todos los gastos porque ni hay subvenciones oficiales ni los alumnos pueden pagar nada. La ONG PROCLADE-PROMICLA colaboró en la construcción de la escuela y en la apertura de un pozo, con planta potabilizadora, que surte de agua a los alumnos y a muchos vecinos del pueblo. Pasamos la doble frontera de “Malpaso”, con más facilidad que a la entrada en Haití, y dormimos en Jimaní.

Convivencia entre dominicanos y haitianos

Al día siguiente de madrugada salimos para Sabana Real, una comunidad fronteriza a 1.500 metros de altitud sobre el lago Enriquillo, por un camino infernal (no apto para vehículos) donde conviven, juntos pero no revueltos, dominicanos y haitianos. En esta comunidad formada por 85 familias solo hay escuela (con niños y niñas desnutridos) hasta cuarto de primaria, la luz eléctrica brilla por su ausencia y los médicos no suben hasta aquí. Los misioneros claretianos que pastorean por estas altitudes han construido, con ayuda de PROCLADE, 18 letrinas y 29 cocinas de bajo consumo de leña para evitar la deforestación de esta zona fronteriza. Nos dicen que hay un programa binacional de reforestación de la montaña que está pelada porque los árboles se cortaron para cocinar y hacer carbón.

Antes de que caiga la noche, descendemos de la montaña, golpe a golpe, empleando dos horas largas en recorrer los 25 kilómetros de tierra y piedras rodadas que nos castigan sin piedad las lumbares y las cervicales. Está claro que los turistas que vienen a República Dominicana no visitan estos lugares.

Si quieres conocer más sobre este viaje, visita el blog del programa Pueblo de Dios