“Siempre he querido vivir los destinos como claretiano en clave de apasionamiento, porque sin pasión no hay misión”, comenzó el religioso Juan Carlos Rodríguez en el encuentro de delegaciones de PROCLADE, donde fue invitado a dar su experiencia como director de la Misión en el Cantón de Zúrich, lugar donde vive y desempeña su labor desde hace casi 14 años.
Así iniciando su ponencia en clave personal, el P. Juan Carlos dio cuenta de las fuentes donde cultivar este apasionamiento: “En el silencio y en los gritos”, expuso. “El silencio frente a Él, en la oración y en la Eucaristía, pero también en los gritos de las necesidades de las personas que continuamente llegan a la sede de la Misión”. Gritos de soledad, de pobreza, de abuso, o de marginación en todas las modalidades e intensidades del dolor y del desconcierto. “Cuando la lucha es auténtica se afina mejor el oído”, se sinceró.
Tras los primeros años de toma de contacto con la Misión –“que conllevaba no pocos sufrimientos con el estudio del alemán” – el claretiano pudo sumergirse en la realidad, viendo cómo afianzar el rumbo de lo hecho hasta entonces, leyendo más a fondo la realidad. “Porque el Señor es bueno, me puso personas que me ayudaron a encaminar mi primer apasionamiento, auscultando el contexto del Cantón”. Así las cosas, comenzó una ‘cantonalización’ de la Misión, unificándolas una sola para la extensión geográfica de nuestra posición en Suiza, y hundiendo así las vigas maestras de sus modos de actuación, “procurando siempre mirar hacia delante”.
“El acento e insistencia que yo he ido viendo como fundamentales durante estos años es aprender a sumar y multiplicar, porque la Misión no es mía, ni de la comunidad, ni tan siquiera de la Congregación”. Por tanto, “hemos podido trabajar en red con otras instituciones a favor de colectivos de apoyo a los más vulnerables, y lo hemos hecho, pienso, con mucha dignidad”. Sin duda, “a la Misión le ha hecho mucho bien la colaboración con el área de Solidaridad y Misión de la provincia de Santiago”.
Hay proyectos especialmente valiosos en la Misión, y lo son porque nacen de las entrañas de la vida y no de planes, proyectos de luces largas o ideas. Lo pudimos ver en nuestro fundador, Claret, que ya se encontró ante situaciones sorprendentes cuando fue propuesto como sucesor de los apóstoles, y también, salvando las distancias, las enfrentó el P. Juan Carlos. “Las lágrimas que me ha hecho verter el trabajo en la Misión me han ayudado a dar a luz cambios de rumbo y a arrancar proyectos fundamentales, porque los pobres que duermen en las calles, los que están solos, los que barruntan su suicidio, los más vulnerables del Cantón no han dejado nunca de darme señales de atención”. “Ellos han sido para mí un despertador de mi conciencia y un recordatorio de la razón por el que tiene sentido nuestra presencia”. “Estamos en Suiza por ellos”.
“También están las contradicciones”, reflexionó el claretiano. “He visto que personas que una vez comienzan a gozar de la validez de su pasaporte, en seguida votan a favor de las limitaciones para los demás, olvidándose muy rápido de las penalidades que pasaron ellos mismos”, lamentó. En todo caso, “buscamos que nuestra misión sea definida por su cordialidad”. Para ello, “necesitamos cómplices”, es decir, “personas a las que les mueva el mismo fuego que a los seguidores de Jesús de Nazaret, para seguir asumiendo las exigencias más básicas de nuestra fe”, concluyó.
Ignacio Virgillito, Comunicación Sym
También puede interesarte:
FORTALECIENDO LA AUTONOMÍA Y LA… diciembre 9, 2025 Cooperación al desarrollo En Haití, donde la inseguridad alimentaria y la fragilidad social…