Ya ha pasado más de un mes desde la vuelta, y parece que India ha llegado para quedarse en mi vida. Cuando pensé en hacer esta experiencia, jamás imaginaría que me iba a llegar tan profundo y a hacer mella en mi día a día.
Es duro salir de la zona de confort, es duro entender otra cultura tan diferente y es duro ver a las dificultades que hay en la otra punta del mundo, porque no es lo mismo que te lo cuenten, a vivirlo. Pero siempre lo bueno sobrepasa a las dificultades. Creo que nunca me he llegado a sentir tan agradecida. Agradecida por el trato que nos han dado allí, agradecida por sentirnos queridos y arropados, agradecida por sentirnos útiles, por cada sonrisa y cada lágrima y por cada vez que nos han preguntado que si hemos comido (tampoco había imaginado lo importante que puede llegar a ser para ellos) y por supuesto agradecida por la labor que hacen los Claretianos allí.
Siempre he formado parte de una manera u otra del entorno claretiano, como alumna o como agente de pastoral, pero la misión claretiana va mucho más allá. Es con todos aquellos que más lo necesitan donde reside la verdad de Dios y en aquellos que saben ser felices a pesar de las dificultades.
Lucía, voluntaria con Fundación PROCLADE en India en agosto de 2018