‘HOGARES INFANTILES DEL MEDIO ATRATO (Fase II)’

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“Cuando en 1979 el Equipo Misionero Claretiano se ubica en la comunidad de Beté analizamos la situación de esa comunidad y de algunas comunidades vecinas (San José de Buey, Amé, San Roque, Tagachí, entre otras ), vimos que uno de los principales problemas era la desnutrición infantil, que se reflejaba en el alto índice de mortalidad infantil (192 por mil), en ese entonces.

Viendo que el futuro de un pueblo está en la niñez y en la juventud, consideramos prioritario dar respuesta a esta situación de muerte y lo quisimos hacer desde una dimensión organizativa que garantizara que el pueblo fuera protagonista de su proceso, dando así continuidad a las acciones emprendidas, tratando de superar actitudes asistencialistas. Nos pusimos en contacto con el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), cuyo objetivo es desarrollar programas en beneficio de la población infantil, pues vimos que el Estado tiene la obligación de atender este tipo de necesidades. En 1.980 nos aprobaron la atención de 35 niños en la comunidad de Beté. Esta atención comprendía fundamentalmente: alimentos (almuerzo, comida y merienda), pago de una jardinera (responsable de la formación de niños), material didáctico y prestaciones sociales.

El buen manejo de este programa, llevado a cabo por el Equipo Misionero Claretiano, gustó mucho en la zona y muy pronto las comunidades vecinas exigieron que se llegara a ellas, pues también tenían las mismas necesidades. Un requisito para poder tener este programa es que las comunidades deben aportar el terreno y la construcción del local, en el que funcione el Hogar Infantil. Con la ayuda de Misereor se han podido construir 17 centros comunitarios, en los cuales no solo funciona el Hogar Infantil, también se realizan allí, las capacitaciones que se dan a las comunidades en las distintas áreas.

Para la construcción de los centros comunitarios, las comunidades aportaron la mano de obra y los materiales de la región (palma, guayacanes, palo redondo y materiales de playa, como arena y cascajo). Nosotros conseguimos que otras instituciones aporten el valor de los materiales que no se tenían en las comunidades ( cemento, zinc, madera fina, clavos…).

Los Hogares Infantiles tienen un funcionamiento comunitario. Cuando se inicia un Hogar Infantil, se le explica muy claramente a la comunidad que ellos deben participar activamente en el funcionamiento del mismo. Son las mismas madres y los padres que lo deseen, los que se encargan de preparar los alimentos que diariamente consumen los niños. También son los encargados de la educación y formación de los niños. Cada semana se van rotando 2, 3 ó 4 personas (de acuerdo a la cobertura del Hogar Infantil) y se les entrega una pequeña bonificación por sus servicios. Esta bonificación la paga el ICBF, y está contemplada en el presupuesto. Los padres y madres de familia deben aportar una cuota mensual por cada niño que tiene matriculado en el Hogar Infantil. Con esta cuota se logran cubrir algunos pequeños gastos que no contempla el ICBF, como refuerzo de la alimentación, pequeños arreglos en los centros comunitarios,… pero no alcanzan a cubrir los daños mayores que se van produciendo en las construcciones.

A través del proyecto ‘ Hogares Infantiles’ se atiende hoy a 400 niños/as, entre dos y siete años, en 17 comunidades o poblados, ubicados a lo largo del río Atrato y sus afluentes: Campobonito, Las Mercedes, Tanguí, Baudó Grande, Campoalegre, Puné, San Roque, Beté, Amé, San José de Buey, San Antonio de Buey, Puerto Salazar, Tauchigadó, Bebará Bocas, Bebará Llano, Bebará Villa y Tagachí. En el desarrollo del programa participan muy activamente las comunidades, especialmente las mujeres. Los niños reciben atención en el aspecto educativo y alimentos que sirven para disminuir la desnutrición. A través de este programa se capacitan también los adultos y se mejoran las relaciones comunitarias.