‘La palabra se hizo carne y habitó en medio de nosotros…’ (Jn. 1,14)
Un niño nace. Es Dios mismo, que desciende a la realidad de nuestro mundo para dar aliento y esperanza. Viene para todos. Viene a llenar corazones, a decir que la paz y la justicia no son sueño ni utopía… ni ilusión pasajera.
Esperanza es una palabra frágil. Una palabra que en determinados tiempos, como este de Navidad, aparece de nuevo en el horizonte de nuestra vida, que sustenta nuestros compromisos, que afianza nuestras búsquedas, que alienta nuestros sueños.
Navidad es la gran prueba. En estos días ese amor de Dios se hace visible en un portal. Ojalá se haga también visible en nuestras vidas. Ojalá en estos días la nevada de Dios, la paz de Dios, la ternura de Dios, la alegría de Dios, descienda sobre todos nosotros como descendió hace dos mil años sobre un pesebre en la ciudad de Belén.
Necesitamos salir a la vida y al encuentro con las alegrías y las penas de nuestros hermanos, hacer sitio a quienes, cada día, experimentan la vulnerabilidad como condición de su vida; a quienes, cada día, viven una existencia en debilidad; a quienes llegan hasta nuestra vida buscando la vida digna, la vida humana.
Nuestro reconocimiento a esos “Reyes Magos” de cada día del año que son los voluntarios y colaboradores de Fundación PROCLADE y de tantas otras organizaciones y ONGs,y a los que se suman en estos días, donde el corazón se esponja y somos más dados al bien. Porque si nos atrevemos a salir de nosotros, a la intemperie y hacia la periferia, llegamos a encontrarnos en nuestros hermanos con el Dios débil. Dejémonos sorprender por el Amor de Dios en nuestra carne, hagamos crecer su sueño de Misericordia y ternura en nuestras vidas, y será Feliz Navidad.
