DEFENDIENDO NUESTRA CASA COMÚN

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Honduras es el país más vulnerable al cambio climático. El país hondureño es, por segundo año consecutivo, el país más peligroso para defensores del medio ambiente. Estos son algunos de los titulares que se leen sobre esta pequeña nación centroamericana. Pero frente a ellos, son muchas las personas que día a día luchan por conservar sus bienes naturales frente a grandes macroproyectos extractivistas, trabajando en definitiva por defender nuestra casa común. Y junto a ellos, los Misioneros Claretianos de la Parroquia de Arizona. Las voluntarias que este verano visitaron Honduras, tuvieron la oportunidad de conocer de primera mano dos de los puntos de resistencia frente a proyectos hidroeléctricos: Pajuiles y Hilamito. Allí, descubrieron gente sencilla pero luchadora y conscientes de la necesidad de cuidar sus ríos y montañas.

Precisamente hace unas semanas veíamos como se celebraba en Tela la primera mesa de diálogo para solucionar el conflicto de Pajuiles, de la que participó Javier Hernández, el Misionero Claretiano Párroco de la Parroquia Nuestra Señora del Pilar de Arizona. En esta mesa se decidió “suspender de inmediato los trabajos de construcción de la represa sobre el río Mezapa y solicitar el retiro de los 17 procesos penales en contra de integrantes de las comunidades criminalizadas por luchar en defensa del agua en sector Pajuiles”.

De esta manera, la mesa de diálogo, que se seguirá reuniendo, busca solucionar un conflicto que se remonta a abril de 2016, cuando el empresario Jason Hawit, propietario de Hidrocep, comenzó a construir en la zona un cuarto de máquinas que sirviera como centro de operaciones para empezar a crear una central hidroeléctrica. Una construcción que iba a tener lugar en el nacimiento del río Mezapa, principal abastecedor de agua para 20 comunidades.

Fue entonces cuando las comunidades se dieron cuenta de que el empresario había talado más de mil árboles y contaminado las cuencas de agua. Ante esta situación, los afectados realizaron la primera denuncia contra el empresario por los daños ocasionados al medio ambiente. Sin embargo, pese a las promesas políticas, no consiguieron solucionar el problema.

Ante la falta de respuestas por parte de las autoridades, la población organizada se instaló de forma continua. Quieren que se escuche su grito, que es el mismo grito de la tierra que clama por un mayor cuidado de nuestra casa común. Un grito cada vez más urgente si tenemos en cuenta que, según las organizaciones ambientalistas, cerca del 35% del territorio hondureño ya ha sido entregado a la empresa privada para su explotación.