“¿Qué palabra os viene a la cabeza si definiéramos el momento en el que estamos?”, comenzó interrogando Marta Iglesias López, presidenta de la ONG Asociación para la Solidaridad, que asistió al encuentro de delegaciones de Fundación PROCLADE. “Polarización, división, conflictos”, respondieron los delegados desde el auditorio. Efectivamente, palabras que traen consigo connotaciones negativas. “Pero lo importante es que según lo contemos podemos darnos cuenta de que podemos hacer algo o no frente a ello”, apostilló la profesora.
“Estamos asistiendo a deshumanización, y todo esto se produce porque podemos llegar a pensar que nuestros prójimos pueden no ser personas”, afirmó tajantemente dando comienzo así a su conferencia, magistralmente expuesta, que llevaba por título ‘Narrativas para la esperanza’. Una charla que giró en torno a la cosificación de las personas. “En el momento en el que cosificamos, quitamos derechos más elementales al prójimo”.
Es imposible hablar del contexto actual sin pasar por la situación política y las agendas de los medios de comunicación, pero lamentablemente, “nos está llevando a la desafección política, que al cabo nos abocaría a una desconfianza estructural”. Tal como hacía notar Benedicto XVI en su encíclica ‘Caritas in veritate’, la sociedad globalizada nos hace más cercanos, pero quizá no más humanos. Pero “¿qué futuro deseamos?”, volvió a formular la experta.
Uno de los grandes problemas del contexto actual, y, sobre todo, lo que éste nos provoca, es que nos aboca a la parálisis en el caminar y en el soñar. “Cuando uno no sabe dónde va, se queda quieto”, redundó Iglesias, también responsable de Acción Internacional en el Movimiento por la Paz–MPDL. Pero frente al relato, se aportaron datos académicos que nos devuelven respuestas sorprendentes: “A corto plazo, lo primero que quieren las sociedades es formar comunidad; y, a largo plazo, que sean comunidades justas y pacíficas”. De ahí se infiere que “por desgracia, hemos perdido espacios de diálogo”. Desde ahí, la cooperación es atacada”. “Porque la colaboración entre sociedades y personas rompe aquel futuro que no queremos”.
“Fomentemos la convivencia, el encuentro con el otro, y démonos cuenta de que es mucho más lo que compartimos que lo que nos separa”, exhortó Iglesias. Por último, “confiemos en la acción colectiva y no dejemos de salir a invitar”. Salir de nosotros mismos es contar lo que hacemos, “pero también es estar dispuesto a que nos cuestionen”, advirtió.
Así, Iglesias abordó al horizonte de su conferencia dando pistas de cómo llegar a su punto central, a aquella paz que, aunque no sea total, sí nos abra a procesos. Por ello, la primera acción concreta es poner la escucha por delante, “sabiendo escuchar incluso los silencios”. En segundo término, “aprender a repolitizar lo cotidiano como base de cambio y no meternos a discutir cifras y tópicos, porque nos desvían. Habitemos los espacios narrativos desde otra lógica, más cristiana, más humana, sabiendo que nuestra única alternativa es enfoca la mirada en las personas”. Y en último lugar, “conectemos con las nuevas generaciones, porque no podemos hablar de futuro sin los jóvenes”.
La idea, al cabo, es transitar sin distraernos un mismo itinerario, “ir a un modelo basado en las personas”. “Nuestras sociedades se hallan insertas en un ambiente narrativo del cual no sabemos cuánta verdad hay detrás de cada afirmación que nos cuentan, y por ello urge ahondar en la dimensión cultural, descubriendo historias colectivas que nos pueden ayudar y contrarrestando el miedo con conexión entre personas”. “Necesitamos confianza, necesitamos poder expresarnos para que la discrepancia acabe en enriquecimiento y no en violencia”, finalizó.